viernes, 12 de septiembre de 2025

 JACQUELINE  STAFORELLI

 


      En un país donde la memoria se desangra entre cicatrices invisibles y paisajes devorados por el tiempo, aparece la mirada de Jacqueline Staforelli, fotógrafa formada en el Instituto ARCOS, con estudios de cine a cuestas y una trayectoria que no se conforma con las vitrinas oficiales. Su trabajo es un ejercicio de resistencia: una exploración desde los márgenes, desde Mostazal, Rancagua o Santiago, pero también desde los desplazamientos internos, los viajes que no necesitan carreteras porque se abren dentro de la propia piel.

 

 



Staforelli no se instala en la comodidad del registro documental. Parte de él, sí, pero enseguida lo subvierte, lo tuerce, lo expone a la intemperie de lo imaginado. Es en ese desvío, en ese roce entre lo real y lo inventado, donde la fotografía se convierte en grieta: una huella que revela lo presente y lo ausente, lo que estuvo y lo que aún vibra como fantasma en el aire.
 


Las suyas son imágenes que no buscan clausurar la historia, sino abrirla en canal. Fragmentos de memoria, rastros del tiempo, cicatrices que se reconocen en un muro descascarado o en la textura de un rostro. Staforelli reconstituye presencias con paciencia quirúrgica, como quien arma un rompecabezas de lo invisible: pistas, vestigios, silencios que hablan más fuerte que el ruido.

Su obra dialoga con lo cotidiano, con lo tipológico, con esa crudeza del entorno que parece inmutable hasta que la cámara lo transforma en otra cosa. Allí, la fotografía deja de ser simple espejo para volverse detonante: un artefacto capaz de alterar la percepción, de revelar que lo más común siempre estuvo atravesado por lo extraordinario.
 

 

No es casual que haya comenzado en el cine. Esa pulsión narrativa se filtra en cada encuadre, pero aquí la secuencia es otra: no es lineal, no es complaciente. Es un cine detenido en un solo fotograma, expandido hacia nuevas dimensiones de la memoria y la imaginación.

En un circuito donde lo documental suele reducirse a estadísticas de lo real, Jacqueline Staforelli propone otra lectura: la fotografía como un acto de vínculo, como un gesto de recomposición frente al olvido. Su trabajo es subterráneo y vital, una cartografía de huellas en fuga que nos obliga a mirar, a recordar, a dejar también la marca de nuestra propia sombra en el paisaje.
 

 Mas de su trabajo lo pueden encontrar en su pagina.
 
 https://jacquelinestaforelli.cl/

martes, 9 de septiembre de 2025

ESA   COSA   ANIMAL

 

 

     Las langostas viven aisladas, casi invisibles, hasta que la lluvia, la hierba fresca y el exceso de alimento las obliga a reconocerse entre sí y multiplicarse. Lo escuché en el noticiario de la noche, con la voz del presentador quebrada por un nerviosismo apenas disimulado. Supe en ese momento que estábamos en desventaja. Las sequías largas, seguidas de aguaceros intensos provocados por el cambio climático, eran la receta perfecta para que el enjambre naciera. Y nació. Avanzaban sobre el mundo como una marea con hambre. Nada se salvaba: hojas, cortezas, animales pequeños, y —si uno quería dejarse arrastrar por la paranoia— quizá también algo más.


Así es Esa cosa animal, la obra de Lina Meruane. Tres hermanos encerrados en la casa materna, discutiendo, golpeando palabras que no suavizan nada. Afuera, el mundo parece un enjambre que amenaza con devorar la normalidad. La mesa es una isla, las voces son cuchillos, los silencios pesan más que cualquier abrazo. No hay escenografía que distraiga, no hay decorados que digan “esto es ficción”: todo se siente real, inmediato, peligroso.

Los hermanos hablan de hijos, de no tenerlos, de la obligación que los otros esperan. Hablan de culpa, de deseo, de una maternidad que se impone como una tormenta. Cada frase es una picadura que abre la piel, cada mirada un recordatorio de que el cuidado no siempre llega donde debería. Lo que llaman “esa cosa animal” no es solo el instinto de procrear: es la hipocresía, la contradicción, la violencia silenciosa que late bajo la piel de lo cotidiano.

Dirigida por Andrea Segura y producida por Animal Company, la obra se mueve como un enjambre: simple en apariencia, devastadora en efecto. Cada gesto de los hermanos se repite, se multiplica, se convierte en una amenaza que se extiende al público. Lo que afuera parece metafórico —las langostas, la plaga, el mundo cayéndose a pedazos— adentro se siente como un golpe directo, como la familia misma transformada en cuerpo colectivo que no deja espacio al respiro.

Esa cosa animal no pide permiso ni empatía. Exige que mires de frente la incomodidad, que sientas la culpa, la frustración, la violencia que subyace en cada vínculo familiar. Como el enjambre que no se detiene, Meruane arrastra al espectador, lo sacude, lo deja con preguntas que no desaparecen cuando se apagan las luces. Y es ahí, entre la desesperación y la fascinación, donde la obra deja de ser solo teatro: se convierte en advertencia, en reflejo, en una pared de criaturas voraces que no dejan respirar.

 

 

domingo, 7 de septiembre de 2025

 GABRIEL  HOLZAPFEL

 


 

       Gabriel Holzapfel Mancini (Puerto Montt, 1988) es de esos creadores que no se acomodan en un solo molde. Visual y sonoro, autodidacta en la música y formado en las artes, su trabajo se mueve entre lo conceptual y lo visceral, siempre tensionando los bordes de lo político, lo poético y lo absurdo. Hoy radicado en Santiago, su producción ha venido marcando un pulso propio dentro de la escena chilena contemporánea, levantando preguntas incómodas sobre memoria, territorio y desaparición.

 


 Con muchas muestras individuales y más de 60 colectivas, Holzapfel ha hecho circular su obra por los principales espacios de exhibición del país: del Museo de la Solidaridad Salvador Allende al Museo Nacional de Bellas Artes, del CCLM al MAVI, además de vitrinas independientes como Galería Metales Pesados Visual y OMA. Sus piezas también han viajado más allá de nuestras fronteras, aterrizando en Estados Unidos, España, Italia y Colombia, dejando claro que su lenguaje visual conecta con un malestar que no conoce pasaportes.

 


 



Su trayectoria ha estado jalonada por reconocimientos que confirman la potencia de su mirada: Premio de Honor en el Concurso Nacional de Arte Joven de Valparaíso (2013 y 2021), Premio Especial para Regiones del MAVI (2020), Contemporarte de la Universidad de Huelva (2014), y más recientemente el primer lugar en Artes Mediales del Concurso Municipal de Arte Joven de Santiago (2023). Pero más allá de los galardones, lo que sostiene su obra es la obstinada insistencia de dar forma a un pensamiento que vibra entre lo cotidiano y lo simbólico.
 
 

 En ese tránsito, Holzapfel se ha nutrido de experiencias de residencia tanto en Chile como en el extranjero: desde el Apulia Land Art Festival en Alberobello, Italia, hasta procesos en Balmaceda Arte Joven Los Lagos, el Museo de Chonchi y el Cecrea de Chiloé. Espacios que le han permitido expandir su práctica hacia una investigación donde los objetos comunes, los materiales de uso colectivo y las memorias locales se transforman en herramientas expresivas capaces de amplificar los relatos de nuestro tiempo.
 
 

 Lo suyo no es la decoración ni la complacencia: es un intento por hurgar en las heridas abiertas que deja la actividad humana sobre nuestros paisajes y sensibilidades. En su obra, la memoria no es un registro pasivo sino una zona de tensión; lo político se enreda con lo poético; lo absurdo se convierte en espejo de lo real. Holzapfel sigue armando con paciencia una cartografía de lo invisible, un archivo sensible que resuena con la historia reciente y con la urgencia de pensar cómo habitamos —y desgastamos— el territorio que nos sostiene.
 

 
 
 
 

 

sábado, 6 de septiembre de 2025

 WHISPERS  DANCE

 

 

 
 
     Desde las trincheras del underground chileno, Carlos Vandal vuelve a hacer ruido en solitario. Tras años encendiendo escenarios con Amöniacö, el músico lanza “Whispers Dance”, pieza que marca un nuevo capítulo en su carrera al ser editada por el sello ruso Scent Air Records. Un salto inesperado hacia un mercado lejano para nuestro circuito, pero que late con una intensidad capaz de abrirle caminos insospechados.
 

 Lejos de fórmulas complacientes, el sencillo se mueve en aguas densas y cargadas de misterio. Su sonido combina la crudeza del post-punk con la atmósfera envolvente del darkwave, mientras la voz y los arreglos se encargan de sumergir al oyente en un relato cargado de imágenes oscuras y emociones en carne viva. Es un track que no busca sonar “bonito”, sino provocar, tensionar y dejar ecos que persisten después del silencio.
 
 

Al mismo tiempo, Vandal mantiene los lazos con la escena internacional, participando en colaboraciones y remezclas junto a nombres de Estados Unidos, Argentina y España. Y como si eso fuera poco, prepara junto a Amöniacö un tributo a una banda latinoamericana de culto, reafirmando que su brújula creativa sigue orientada hacia la exploración y el riesgo, siempre con un pie en la penumbra y otro en la resistencia musical.
 
 
 Recientemente Carlos Vandal ha trabajado con artistas como Allie Frost (US) y el remix para Reveries Pine y Lux mala (AR-ES) con el remix para Dead man's Lullaby, de esta forma manteniendose activo dentrro de la escena obscura internacional. Proximanente prepara un tributo a una de las bandas más importantes de latinoamérica junto a Amöniacö, lanzamiento que se estrenaría dentro de Agosto.
 
 

Sigue a Carlos Vandal en redes sociales:

Instagram: @carlos.vandal
TikTok: @carlos.vandal

 

 Whispers Dance está disponible en plataformas digitales. Puedes escucharlo aquí:

Spotify: https://open.spotify.com/intl-es/track/2ATd1Hzwcbq0ZfAFl3s9Cb?si=1301b9f2d8244c67

Apple Music: https://music.apple.com/mx/album/whispers-dance-single/1819176345

YouTube Music: https://music.youtube.com/watch?v=PCHcInIiMFI&si=kQSvSiX9M3iroVTp

 


 

martes, 2 de septiembre de 2025

FUZZWAVE


 

    

       La marea sube y en sus olas trae los riffs más chicharrientos cargados de fuzz, dispuestos a sacudir el alma de quienes se atrevan a sumergirse en este ritual sonoro. El sábado 06 de septiembre, Casa Viajeros se transformará en un epicentro de distorsión y vibraciones densas con la llegada de FUZZWAVE, la tocata que reúne lo mejor del underground regional y nacional. Prepárense para un viaje que va desde el desierto del stoner hasta los pantanos del sludge, pasando por universos progresivos y explosiones de post-hardcore.

El cartel es de primer nivel y promete no dejar a nadie indiferente:

Basural abre la jornada con su stoner doom cargado de fuerza telúrica. Sus riffs graves y su voz cavernosa suenan como un terremoto bajo tierra, recordándonos que la música pesada también puede ser introspectiva y poética.

Monfief arrastra a los asistentes hacia su sludge doom oscuro, denso y opresivo. Cada nota parece hundirse en un pantano sonoro, haciendo que el tiempo y el espacio se diluyan en la pesadez de su sonido.

Sequía rompe las etiquetas y nos lleva por un viaje ecléctico: del post-rock etéreo al rock progresivo complejo y el post-hardcore que golpea directo al pecho. Una experiencia que desafía la linealidad y que transforma cada canción en un universo propio.

Verdesol cierra con el stoner más clásico, riffs polvorientos y profundos que evocan carreteras interminables, atardeceres desérticos y esa sensación de libertad que solo la música pesada puede entregar.

Este FUZZWAVE no es solo una tocata: es un espacio donde el ruido se vuelve celebración, donde el fuzz se convierte en lenguaje y donde la intensidad se comparte entre quienes saben que la música underground no se escucha, se siente. Así que prepare el papel, el cocaví y el esqueleto: la marea está por subir, y solo los valientes sobrevivirán a la ola de riffs que traerá este sábado Casa Viajeros.

🌹 FUZZWAVE: donde el ruido es poesía y el fuzz es religión.
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domingo, 31 de agosto de 2025

 PLAY  AGAIN?  NOSTALGIA Y VIDEOJUEGOS  

 


 


    Play Again? Nostalgia y videojuegos, de Daniel Hidalgo, es un viaje eléctrico, un zapping entre cartuchos soplados, flippers de barrio y teorías literarias pasadas por consola. No hay rankings, ni listas de “los mejores de la historia”: lo que hay aquí son recuerdos tatuados en pixeles, aforismos disfrazados de joystick y un yo narrador que va y viene entre el niño que gastaba fichas en arcades y el adulto que decide leer la programación como si fuera literatura. Un libro que se enciende como un cartucho de Super Nintendo después de un soplido y que invita a perderse en la pantalla como quien entra a un pogo.

Hidalgo lo advierte de entrada: tu videojuego favorito puede no estar aquí. Y qué importa. Lo que importa es la ruta, el loop de memoria, el glitch emocional que aparece al reencontrarse con títulos que, más que entretenimiento, fueron escuela estética. Super Mario Bros. como capitalismo disfrazado de aventura; Pac-Man como dialéctica circular infinita; Kirby como sátiro rosa que engulle mundos enteros; Monkey Island como un Quijote pixelado. No hay nostalgia gratuita, sino una lectura que se atreve a interrogar la cultura pop desde sus entrañas digitales.

El autor mezcla anécdotas íntimas con filosofía pop: tardes de fichas regaladas por una tía cómplice, derrotas humillantes en Mario Kart contra hermanos menores, cartuchos bugueados que parecían responder mejor cuando los ignorabas. Lo cotidiano se vuelve manifiesto cultural, y esa es la potencia de este libro: entender que la infancia gamer no fue solo ocio, sino un laboratorio afectivo donde se entrenaba la manera de mirar el mundo.

La escritura se mueve entre ensayo, microcuento y confesión. A veces parece un diario de arcade; otras, un tratado de estética contemporánea con chispazos de Benjamin, filosofía y estudios literarios. La colección Relámpago de editorial Santiago-Ander lo acoge en un formato pequeño, casi fanzinero, con ilustraciones a color y glosario incluido. Una pieza que podría estar tanto en la mochila de un estudiante de literatura como en la repisa de un coleccionista de Atari.

Lo punk aparece en el gesto: no construir un canon, no levantar monumentos, sino rescatar lo que ardía en la experiencia personal. Como en una tocata under donde cada quien se reconoce en la distorsión, aquí cada lector reconoce en las páginas un eco de su propia partida infinita. Hidalgo no habla de los videojuegos, habla de sus videojuegos, y en esa parcialidad brutal se abre un espacio para que otros también digan “play again” desde sus propias memorias.

El lanzamiento se realizó el pasado viernes 8 de agosto en el Nodo Tajamar, hubo vino de honor, presentaciones de Diego Zúñiga y Catalina González. Una cita donde literatura, crítica cultural y nostalgia gamer se cruzaron como guitarras en retroalimentación. Un libro pequeño, sí, pero con la potencia de una máquina arcade encendida en medio de la oscuridad.

En el fondo, Play Again? es una declaración generacional: los que crecimos entre cartuchos, pantallas de tubo y consolas pirateadas sabemos que cada partida fue también una forma de escribirnos. Este libro nos recuerda que soplar un cartucho era una plegaria, que perder la noción del tiempo frente a un Tetris portátil era un acto de resistencia contra la rutina, y que todo gamer es, en el fondo, un lector que nunca quiso dejar de jugar.
 
 
 

 


Daniel Hidalgo (Valparaíso, 1983) es autor de las novelas Manual para robar en el supermercado (premio Marta Brunet del Ministerio de las culturas, las artes y el patrimonio) y El último pogo de Rita Maldita y de los libros de cuentos Canciones punk para señoritas autodestructivas (Premio Mejores Obras Literarias del Ministerio de las culturas, las artes y el patrimonio) y Fanfiction (Finalista Premio Municipal de Literatura de Santiago). Es docente, Magíster en estéticas Americanas y actualmente cursa un doctorado en literatura, siendo Play Again? Nostalgia y videojuegos su acercamiento más evidente a lo teórico, sin abandonar la búsqueda literaria y pop.

viernes, 29 de agosto de 2025

VAMOS A JUGAR – MALDITO FREAK

 

 


     

    Desde Concepción emerge Maldito Freak, un proyecto que toma forma tras la pausa indefinida de Adolescentes Sin Edad. Lejos de buscar continuidad, esta nueva propuesta abre su propio camino con un debut feroz: “Vamos a Jugar”, un single que condensa la rabia contenida y la urgencia de una generación atrapada en la incertidumbre.


La canción se abre con un verso que no da respiro: “Quiero saber si es verdad, quiero saber si esto es real, porque si no, porque si no ¿pa’ qué?”. No es poesía adornada, es un grito seco, una duda que podría estar en cualquier adolescente encerrado en su pieza a las tres de la mañana. La voz golpea porque no pretende convencer, solo busca que alguien escuche.

 


 
El coro funciona como un llamado tribal: “¿Dónde estás? Vamos a fumar, vamos a quemar, vamos a jugar”. Más que un estribillo, parece un ritual de escape donde la evasión se disfraza de juego. El humo, el fuego y la compañía aparecen como antídotos momentáneos al ruido interno. Lo inquietante es que suena familiar, como un eco de esa autodestrucción que se viste de diversión.

En lo musical, el track se mueve con la crudeza de guitarras saturadas y un pulso rítmico contenido que transmite tensión. Hay un aire grunge y una vibra indie noventera que recuerdan a la mugre sonora de bandas que nunca sonaron “bonitas”, pero sí reales. La producción deliberadamente áspera se siente como grabada en un cuarto cerrado, con la ansiedad impregnada en las paredes.





Lo interesante de Maldito Freak es que no intenta competir con la prolijidad de la industria. Al contrario, abraza la imperfección como sello. Esa decisión no es casual: responde a una necesidad de honestidad brutal, de mostrar la música como un desahogo antes que como un producto. Esa fricción entre caos y sinceridad es lo que hace que el single tenga peso.

“Vamos a Jugar” es, al final, un manifiesto: no importa si el mundo escucha o no, lo importante es seguir gritando. Y con este debut, Maldito Freak demuestra que todavía quedan voces dispuestas a incendiar la monotonía y a recordarnos que, en el fondo, todos buscamos un lugar para jugar mientras todo arde.




  JACQUELINE  STAFORELLI          En un país donde la memoria se desangra entre cicatrices invisibles y paisajes devorados por el tiempo, ap...