The Lullabies Kickdrop (2024)
Por Gonzalo Vilo
Una luz serpentea en el horizonte, eléctrica y fugaz. Sigo de largo, intento ignorarla, pero no puedo. Es esa voz otra vez. Esa voz que me llama. Siempre tan hermosa, me acaricia el alma hasta que no puedo avanzar. “¿Qué hago?”, parece decirme. “Vuelve, corre hacia atrás.”
Un sonido ahora la acompaña. Son riffs agudos, rítmicos, acompañados por una batería que se mueve entre lo atmosférico y lo insistente. Melodías que te atrapan, que te retienen aun cuando intentas escapar. Siento de pronto como unas manos arrugadas me toman del brazo. Intento apartarlas, pero me sujetan firmes. La voz me grita: No te vayas. Ecos del pasado flotan por todas partes, como una dulce canción de cuna que me mece mientras el presente me desgarra por dentro. Como una gran patada interna.
Seis canciones han bastado para que Kickdrop, el EP de The Lullabies lanzado en diciembre de 2024 por Culebra Records, confirme que Santiago tiene algo más que bares y grafitis: tiene un sonido que mezcla psicodelia, shoegaze y noise-pop, todo envuelto en una melancolía que duele pero atrae. Desde el inicio con “Ostrich (Running Backwards)”, donde la guitarra se estira como humo en la noche, hasta el cierre con “Lullabye”, que arrastra todo hacia un abismo de belleza y tristeza, cada pista respira y sangra al mismo tiempo.
No hay artificios aquí: la producción suena cruda, cercana, como si alguien hubiera decidido registrar el dolor y la nostalgia en tiempo real. “Don’t go away” golpea con suavidad devastadora; “Throughout” (para mi la mejor del ep) se mueve entre la introspección y un crescendo que te deja sin aire; “Washed” es un remolino de distorsión y quietud que apenas te permite distinguir entre el ayer y el ahora.
Kickdrop no pide permiso. No es música para pasar el rato. Es un llamado, una insistencia que se clava en el pecho. The Lullabies han tomado seis canciones para recordarnos que el shoegaze chileno puede ser tan íntimo como un susurro en la oscuridad y tan agresivo como un riff que no se olvida.
Un sonido ahora la acompaña. Son riffs agudos, rítmicos, acompañados por una batería que se mueve entre lo atmosférico y lo insistente. Melodías que te atrapan, que te retienen aun cuando intentas escapar. Siento de pronto como unas manos arrugadas me toman del brazo. Intento apartarlas, pero me sujetan firmes. La voz me grita: No te vayas. Ecos del pasado flotan por todas partes, como una dulce canción de cuna que me mece mientras el presente me desgarra por dentro. Como una gran patada interna.
Seis canciones han bastado para que Kickdrop, el EP de The Lullabies lanzado en diciembre de 2024 por Culebra Records, confirme que Santiago tiene algo más que bares y grafitis: tiene un sonido que mezcla psicodelia, shoegaze y noise-pop, todo envuelto en una melancolía que duele pero atrae. Desde el inicio con “Ostrich (Running Backwards)”, donde la guitarra se estira como humo en la noche, hasta el cierre con “Lullabye”, que arrastra todo hacia un abismo de belleza y tristeza, cada pista respira y sangra al mismo tiempo.
No hay artificios aquí: la producción suena cruda, cercana, como si alguien hubiera decidido registrar el dolor y la nostalgia en tiempo real. “Don’t go away” golpea con suavidad devastadora; “Throughout” (para mi la mejor del ep) se mueve entre la introspección y un crescendo que te deja sin aire; “Washed” es un remolino de distorsión y quietud que apenas te permite distinguir entre el ayer y el ahora.
Kickdrop no pide permiso. No es música para pasar el rato. Es un llamado, una insistencia que se clava en el pecho. The Lullabies han tomado seis canciones para recordarnos que el shoegaze chileno puede ser tan íntimo como un susurro en la oscuridad y tan agresivo como un riff que no se olvida.
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