MARCEL DUCHAMP - BUSCANDO LUZ DE TOPOS (2002)
Hay discos que no envejecen, solo se endurecen. Y Buscando Luz de Topos de Marcel Duchamp, lanzado en 2002, es uno de ellos. Un clásico del hardcore punk chileno que, a 23 años de su aparición, sigue sonando como una bofetada directa al sistema, a los clichés del rock, y también a las falsas revoluciones de living. Es un disco que arde. Un manifiesto en 22 tracks. Un llamado desde la madriguera.
Editado por Masapunk y MD en formato CD + multimedia, este disco no pretendía complacer a nadie. Y por eso mismo, terminó resonando en todos los rincones del under. Desde la intro hasta la última distorsión, Buscando Luz de Topos es puro desgarro y lucidez, con letras que escupen frustración, soledad, rabia y autocrítica sin pasar por filtros. No hay marketing, no hay pose: hay realismo y furia, directo desde el intestino del Chile de los 2000.
Francisco Morales (batería y coros), Joaquín Contreras (voz y bajo) y Rodrigo Robles (coros y guitarras) comandan este ataque sónico, apoyados por una tropa de colaboradores que suman matices a este caos organizado: armónica, djembe, coros, videos… todo suma, nada sobra. La guitarra de Stephens en Suficiente, la armónica de Jorge ZAT en Boogie Boogie, y la voz de Pame en Palabras, son solo algunas de las joyas ocultas de esta pieza clave del punk chileno.
El sonido es crudo, a veces fronterizo con el crust y el grindcore, pero siempre anclado en la urgencia del hardcore. No hay adornos, no hay solos virtuosos: hay riffs como puñales y ritmos que te sacuden como una pelea en plena calle. La fórmula bajo-batería funciona como una columna vertebral implacable, y la producción potencia esa sensación de urgencia, de que todo se grabó con la sangre aún caliente.
Este no es un disco que se escucha: se experimenta. Se vive. Porque no basta con saber que el sistema caga la vida, hay que sentirlo en los huesos. Y eso hace este álbum. Te recuerda, cada vez que lo pones, que hay algo podrido que aún no se ha ido. Y que la música sigue siendo una forma válida de gritarlo.
23 años después, Buscando Luz de Topos no es solo un testimonio de su época. Es también un espejo incómodo para la escena actual. Un recordatorio de que la rabia puede ser también lucidez. Y que el punk, cuando es honesto, no tiene fecha de vencimiento.
Escúchalo otra vez.
Y si nunca lo hiciste, prepárate:
la luz de los topos aún quema.
Editado por Masapunk y MD en formato CD + multimedia, este disco no pretendía complacer a nadie. Y por eso mismo, terminó resonando en todos los rincones del under. Desde la intro hasta la última distorsión, Buscando Luz de Topos es puro desgarro y lucidez, con letras que escupen frustración, soledad, rabia y autocrítica sin pasar por filtros. No hay marketing, no hay pose: hay realismo y furia, directo desde el intestino del Chile de los 2000.
Francisco Morales (batería y coros), Joaquín Contreras (voz y bajo) y Rodrigo Robles (coros y guitarras) comandan este ataque sónico, apoyados por una tropa de colaboradores que suman matices a este caos organizado: armónica, djembe, coros, videos… todo suma, nada sobra. La guitarra de Stephens en Suficiente, la armónica de Jorge ZAT en Boogie Boogie, y la voz de Pame en Palabras, son solo algunas de las joyas ocultas de esta pieza clave del punk chileno.
El sonido es crudo, a veces fronterizo con el crust y el grindcore, pero siempre anclado en la urgencia del hardcore. No hay adornos, no hay solos virtuosos: hay riffs como puñales y ritmos que te sacuden como una pelea en plena calle. La fórmula bajo-batería funciona como una columna vertebral implacable, y la producción potencia esa sensación de urgencia, de que todo se grabó con la sangre aún caliente.
Este no es un disco que se escucha: se experimenta. Se vive. Porque no basta con saber que el sistema caga la vida, hay que sentirlo en los huesos. Y eso hace este álbum. Te recuerda, cada vez que lo pones, que hay algo podrido que aún no se ha ido. Y que la música sigue siendo una forma válida de gritarlo.
23 años después, Buscando Luz de Topos no es solo un testimonio de su época. Es también un espejo incómodo para la escena actual. Un recordatorio de que la rabia puede ser también lucidez. Y que el punk, cuando es honesto, no tiene fecha de vencimiento.
Escúchalo otra vez.
Y si nunca lo hiciste, prepárate:
la luz de los topos aún quema.
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