TRAGA - FISKALES AD-HOC 1995 CD (VINILO2022)
Hay discos que no se escuchan: se atragantan. Traga es uno de ellos. Un vómito urgente, un grito ronco que no pide permiso ni da explicaciones. Lanzado en 1995 bajo el sello Culebra (subdivisión de BMG), este segundo álbum de Fiskales Ad-Hok fue una patada en la cara justo cuando la democracia chilena se maquillaba de modernidad, pero aún apestaba a cuartel y pantalla de TVN.
Y ahí estaban ellos: sucios, incómodos, inasibles. Pero también lúcidos. En Traga, los riffs suenan como alarmas sin pausa; el bajo distorsionado como intestinos reventando desde la trinchera de la desilusión. El punk aquí no es pose ni tribu: es necesidad.
Álvaro España escupe líneas con la furia de quien ha visto demasiado. Y no exagera. En “No estar aquí”, quizás su obra lírica más descarnada, canta desde la marginalidad con una lucidez melódica heredada del punk californiano. Bad Religion puede ser la referencia, pero lo que duele es chileno. Y muy real.
“El circo” y “Tevito” son bofetadas a una sociedad que empieza a amar sus cadenas: la farándula, la miseria televisada, la política domesticada. Nadie se salva. “El perro del regimiento” lanza una carcajada negra sobre el servicio militar obligatorio, mientras “Algo” se arrastra como una herida infectada con ritmo quebrado y riffs que no piden perdón.
“El circo” y “Tevito” son bofetadas a una sociedad que empieza a amar sus cadenas: la farándula, la miseria televisada, la política domesticada. Nadie se salva. “El perro del regimiento” lanza una carcajada negra sobre el servicio militar obligatorio, mientras “Algo” se arrastra como una herida infectada con ritmo quebrado y riffs que no piden perdón.
Pero la daga más profunda es “Eugenia”, un tema que no necesita metáforas. Tatiana Navarro, prima de Álvaro, asesinada en una micro por Carabineros en 1993, es aquí nombre y grito. La canción no narra: acusa. No explica: recuerda. Una canción que convierte la biografía en denuncia y al duelo en resistencia.
Traga también tiene esperanza, aunque disfrazada de puño cerrado. “Con nuestras manos” celebra la autogestión, ese motor clandestino del punk chileno. Con guiños a Rage Against The Machine y solos de Víbora Larralde llenos de mugre y alma, la canción es un manifiesto sin panfleto.
Y antes del telón, el carrusel siniestro de “Banderitas y globos” (cover de Sumo) nos recuerda que este país –camuflado de progreso– sigue ofreciendo el mismo menú de siempre: fiesta hueca para unos pocos, servilismo alegre para el resto.
La portada de Traga no miente: un niño que no quiere comerse la mierda que le sirvieron. Y nosotros, los oyentes, tampoco deberíamos tragarnos la versión oficial. Porque Traga no es solo un disco. Es un espejo empañado con saliva, sangre y spray.
En 2022, Inhumano Records reeditó este clásico en vinilo, como si la historia necesitara recordarse a gritos. Porque la democracia sigue sin saber cocinar. Y los Fiskales, aunque les ofrecieron mantel largo, prefirieron seguir comiendo en el suelo, con las manos sucias y el corazón intacto.
Traga, 30 años después, no ha perdido ni un gramo de verdad.
Y eso —en un país que olvida rápido— es un acto de insumisión.
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