domingo, 20 de julio de 2025

 GLENDA  ERIZ  GUTIERREZ

 

 
 
      En la fotografía de Glenda Eriz Gutiérrez, conocida en redes como @ojos.adentro, la imagen es mucho más que documento: es huella, tránsito, piel viva. Su trabajo, profundamente sensible y de claros matices sensoriales, emerge desde un lugar de exploración interior que luego se proyecta hacia el paisaje. Su lente no observa desde la distancia; su lente toca.

Desde su inicio en el arte visual y su incursión fotográfica en 2018, Glenda ha cultivado una obra marcada por la búsqueda del sentido a través del cuerpo. Como licenciada en Artes Visuales y actual estudiante de Arteterapia en la Universidad de Chile, su lenguaje se ha ido entrelazando con la sanación, el símbolo y el cuidado. No sorprende que su enfoque se haya expandido más allá de lo individual hacia lo colectivo: fue cofundadora y presidenta de AFOCONCE (Asociación de Fotógrafas/os de Concepción), impulsando encuentros como BIOFOTO y participando en exposiciones internacionales como Resistencia (Panamá, 2020) y Mujeres en re-existencia (Colombia, 2021). Su obra también forma parte del fotolibro Comunes Dimensiones, testimonio visual de la intimidad en pandemia.

Pero es con Una sola piel donde Glenda traza uno de sus gestos más contundentes.
 

 

Inspirada en la frase de B.K.S. Iyengar: “Todo conocimiento viene sólo desde la piel”, esta serie de doble exposición disuelve los límites entre el cuerpo humano y la geografía natural. Piel y paisaje se superponen, se funden. No hay jerarquía entre un pliegue del muslo y una cordillera difusa, entre un omóplato desnudo y la curva de un cerro. Hay continuidad. Hay tacto.

Cada imagen parece surgir de un sueño corporal: fragmentos de cuerpos sumergidos en texturas de la tierra, líneas epidérmicas que se convierten en grietas geológicas. El cuerpo, en vez de ser el objeto observado, se transforma en territorio compartido. La naturaleza no está afuera, sino sobre y dentro de la piel.

Esta serie no sólo plantea una reflexión estética, sino una crítica implícita a las separaciones modernas entre lo humano y lo natural. En un mundo de superficies distantes, Glenda nos devuelve al roce, al contacto, a la fusión. La cámara no captura, sino que acaricia.

 


La obra de Ojos Adentro no se lee desde lo literal. Su código es táctil, sensorial, simbólico. “Una sola piel” no pretende retratar paisajes ni cuerpos, sino traducir una experiencia de unidad, casi mística, entre lo íntimo y lo planetario. La doble exposición es aquí una herramienta de alquimia visual: dos imágenes que al superponerse no se suman, sino que se transforman.

En un presente saturado de representación, Glenda Eriz opta por la fusión. Frente a la velocidad del scroll y el grito visual, su serie es una pausa, una respiración lenta, una invitación a mirar desde el cuerpo.  
 
 

 
Una sola piel no se ve, se siente. Es una obra que vibra con las capas de nuestra propia piel al contemplarla. La fotografía, para Glenda, no es un acto de mirar el mundo, sino de habitarlo con todos los sentidos abiertos. Su serie es también una declaración: en un mundo que nos fragmenta, aún podemos encontrarnos enteros en la superficie compartida del cuerpo y la tierra.
 
 

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