AIOWA
RICARDO SALDIVIA
Por Gonzalo Vilo
En Áiowa, Ricardo Saldivia abre la puerta a un subterráneo narrativo donde todo cruje: desde el primer cabezazo de Charly hasta el último fogonazo poético de PDM2, el libro nos arroja sin anestesia a un ecosistema crudo, a ratos abyecto, habitado por personajes que avanzan a tientas por un sistema que nunca eligieron y al que, con justa rabia, se niegan a pertenecer. Saldivia no escribe: escupe mundos. Nos incomoda, nos sacude y nos deja ahí, colgando, como si fuera normal mirar el derrumbe desde dentro.
Anarco Naif es el nombre con el que algunos criticos y escritores han intentado conceptualizar el estilo del autor. Personajes como Roque, Charly, Cuervo-menuda, Castaña, lo confirman. En sus relatos, Saldivia, a traves de una prosa fresca, rapida, desliza una critica social interesante, logrando ademas, un manejo apropiado del entorno y la ambientacion. Esto convierte cada página del libro una experiencia al límite, como si cada frase nos empujara a pasar la noche en la Garrapata, a fumarnos un pito con Roque y a terminar enredados con Mandala, respirando el mismo aire espeso y sudoroso de esos mundos que Saldivia construye.
La fortaleza de estos personajes no viene del heroísmo, sino de la consecuencia brutal con el camino que eligieron —o que los eligió a ellos—, aun cuando el libro no teme apuntar las grietas, las contradicciones, las pequeñas traiciones necesarias para sobrevivir.
Áiowa está dividido en dos partes: primero los relatos, luego los poemas, un tránsito natural desde la narrativa veloz y ruidosa hacia un territorio donde la lírica conserva el filo. En esos once textos, prologados de gran forma por Clo Domínguez, laten temas como la amistad, la violencia, la miseria y el amor que se obstina en aparecer incluso frente a una realidad que no perdona.
Leer Áiowa es dejarse gritar por una voz que busca revelar. Una voz que recuerda que mientras el país se hunde en su propia desigualdad, aún quedan escritores capaces de mirar el barro sin volverse estatuas. Saldivia arma escenas con la precisión de un relojero y la furia de alguien que sabe que no caminamos todos por la misma vereda. Este libro — con esa portada brutal de Kai Kai— es una invitación a entrar en la herida y quedarnos ahí, no como espectadores, sino como cómplices del estremecimiento.
Leer Áiowa es dejarse gritar por una voz que busca revelar. Una voz que recuerda que mientras el país se hunde en su propia desigualdad, aún quedan escritores capaces de mirar el barro sin volverse estatuas. Saldivia arma escenas con la precisión de un relojero y la furia de alguien que sabe que no caminamos todos por la misma vereda. Este libro — con esa portada brutal de Kai Kai— es una invitación a entrar en la herida y quedarnos ahí, no como espectadores, sino como cómplices del estremecimiento.

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