jueves, 11 de diciembre de 2025

VIOLETA   JIRACHI

 

 

      

 

        En el mundo de las pantallas y las reproducciones infinitas, Violeta Jirachi pinta como quien susurra secretos que solo algunos alcanzan a escuchar. Sus acuarelas no buscan la espectacularidad ni la aprobación inmediata; más bien se detienen en los gestos mínimos, en los trazos que tiemblan y se mezclan con la transparencia del papel. Es un trabajo que exige mirar de cerca, detenerse y dejarse llevar por la cadencia íntima de cada color y línea.

 

    

 

El desarrollo de su técnica “alla prima” en la acuarela marca el pulso de su obra. Cada pincelada es un acto de decisión inmediata: no hay correcciones ni revisiones prolongadas, solo un flujo constante que evidencia la espontaneidad y la vulnerabilidad de la creadora. Esa urgencia, esa frescura, convierte cada pieza en un registro honesto de emociones en movimiento.

 

    

 

Las figuras femeninas, los motivos naturales y los pequeños guiños surrealistas componen un imaginario delicado y a la vez inquietante. Sus paletas, crean atmósferas que parecen suspendidas entre lo tangible y lo onírico. Hay en su trabajo una tensión entre la fragilidad de lo cotidiano y la fuerza poética que emerge de lo aparentemente simple, como si cada obra fuese un instante capturado que no quiere repetirse.

 

    

 

En un panorama artístico que muchas veces premia la grandilocuencia, Jirachi reivindica la intimidad y la sutileza como formas de resistencia. Sus acuarelas se infiltran sin alardes, pero dejan una marca persistente: una invitación a redescubrir la quietud, la sensibilidad y la belleza en los detalles más pequeños. Su obra recuerda que, a veces, lo más radical es detenerse y mirar de verdad.

 

    

 

 

martes, 9 de diciembre de 2025

CALICATA DEL MAÑANA
  

VERÓNICA ARÉVALO GUTIERREZ (EDITORIAL TRAZOS DE AVES 2025)



    Hay libros que no se leen: se hurgan, como si fueran tierras removidas en busca de una raíz que aún respira. Calicata del mañana, publicado por Trazos de Aves en este 2025, es justamente eso: una excavación en la carne futura del planeta, una exploración que deja las manos manchadas de polvo distópico. Verónica Arévalo Gutiérrez no imagina un porvenir lejano, sino un eco ampliado del presente: ciudades-fortaleza expulsando cuerpos inútiles al desierto, sociedades hambrientas de agua y afecto, un mundo partido en dos como una geoda triste. Lo inquietante no es la devastación, sino reconocer en ella el mismo latido torcido que arrastramos hoy.

En el futuro, nuestro planeta no será el mismo. Nuestra falta de conciencia y nuestra codicia habrán pasado factura. La humanidad enfrentará la escasez hídrica y la falta de alimentos adecuados. Las ciudades se transformarán en fortalezas ultramodernas que expulsarán a quienes no logren adaptarse, a quienes ya no sean considerados necesarios. Surgirá un mundo dividido entre poderosos y despojados, entre afortunados y olvidados, avanzando con paso implacable a través de desiertos y campos devastados… aunque, pensándolo bien, quizá no sea un escenario tan nuevo.

Cada uno de los cuentos que conforman esta colección nos habla desde un futuro distópico que intenta recomponer lo que queda tras sobrevivir a los errores del pasado. Son voces femeninas las que narran estas historias, mujeres que se erigen como protagonistas de sus propias luchas, sus pérdidas y sus resistencias. A través de ellas, este libro nos invita a reflexionar sobre lo que podríamos llegar a ser… y sobre lo que aún estamos a tiempo de evitar.

La autora arma su distopía con piezas de ciencia ficción tan nítidas como crudas: viajes espaciales que no prometen salvación, seres cibernéticos cuya humanidad estalla en zonas imprevistas, encuentros con lo desconocido que funcionan como espejos deformantes de nuestra propia fragilidad. La frontera entre lo real y lo extraordinario se vuelve un glitch, una interferencia que abre paso a lo especulativo sin perder nunca el pulso humano. La prosa es accesible, sí, pero nunca complaciente; invita tanto al lector experimentado como a quien se aventura por primera vez en las geografías inciertas del género.

Quizás la fuerza del libro radica en la vida misma de su autora. Verónica Arévalo Gutiérrez —historiadora, trabajadora de la educación formal y popular, caminante de los territorios rurales del norte chileno— escribe desde un cruce donde lo íntimo y lo comunitario son la misma respiración. Su recorrido por la investigación, la gestión comunitaria y la creación narrativa se siente en cada cuento: hay memoria social, hay polvo real, hay cuerpos que conocen el peso de habitar un lugar en conflicto. Calicata del mañana es la prueba de que la ciencia ficción latinoamericana, cuando nace desde la tierra y no desde el laboratorio, puede ser sagrada, brutal y luminosa a la vez. Una advertencia y un abrazo. Un mañana que duele… pero aún late.



sábado, 6 de diciembre de 2025

 THE  HOLYDRUG  COUPLE

MOONLUST  VINILO  ANIVERSARIO  10  AÑOS

 

 




    A diez años de su aparición, Moonlust sigue brillando como una rareza necesaria dentro del mapa psicodélico latinoamericano. Cuando The Holydrug Couple lo lanzó en 2015 bajo el alero de Sacred Bones, el dúo ya tenía una firma sonora inconfundible, pero aquí dieron un salto que pocos vieron venir: un viraje hacia un dream-pop etéreo, sintetizadores que se derriten como espejismos y una melancolía futurista que le abrió espacio a la introspección sin perder el pulso romántico del pop. Hoy, con reedición en vinilo edición especial —envuelta en arte holográfico arcoíris—, es evidente que Moonlust no solo resistió el paso del tiempo: se convirtió en referencia.

Lo que al principio parecía un giro estilístico terminó marcando un punto de inflexión para la banda. Ives Sepúlveda, arquitecto del sonido Holydrug, le dio al disco una producción cristalina y pesada a la vez, alejándose de cualquier rastro demasiado orgánico para abrazar un terreno más electrónico y atmosférico. Las influencias flotan sin pudor: el toque francés a lo Gainsbourg y Air, la sensualidad soul heredada de Aretha Franklin y, por debajo, la inevitable pulsión latinoamericana donde aparecen sombras de Los Prisioneros, Virus y Los Encargados. Pero nada de eso se impone; más bien, funciona como materia prima para un álbum que se sostiene como un bloque, coherente y ensoñado, en el que la lujuria por lo inalcanzable —esa diosa lejana, ese deseo imposible— se convierte en eje temático.

Canciones como “If I Could Find You (Eternity)” y “Atlantic Postcard” siguen siendo perfectas puertas de entrada al viaje: voces distantes como si vinieran desde una estación espacial abandonada, arpegios ambientales que vibran entre la calma y el vértigo, y un halo psicotrópico que pareciera suspender el tiempo. Lo mismo ocurre con “Light or Night”, “Baby, I’m Going Away” y “Generique Noir”, piezas que confirman que aquí no hay relleno; cada track aporta al paisaje hipnótico general. Lejos de los barroquismos, Moonlust prefiere la síntesis y la precisión para construir un imaginario nocturno, elegante y profundamente emocional.

La celebración de su décimo aniversario no podía ser menor: The Holydrug Couple vuelve a Centro Arte Alameda con formación completa este 8 de octubre, marcando además su retorno después de cerrar ahí la gira de Bolero Tampoco (2024). El concierto llega tras un recorrido por México celebrando el cumpleaños del disco, y promete dar nueva vida a un repertorio que hoy influye a escenas psicodélicas de toda la región. Para una banda pionera del rock psicodélico chileno, este aniversario no es solo un hito: es la confirmación de que Moonlust es uno de esos discos que siguen creciendo, incluso cuando ya lo creíamos completamente decodificado.
 
 

 


jueves, 4 de diciembre de 2025

CAÍDA LIBRE


LOS EX


   

 


    En los noventa, cuando la escena chilena hervía entre fanzines fotocopiados, tocatas en galpones húmedos y la eterna promesa de un “nuevo rock nacional”, Caída Libre irrumpió como un meteorito incómodo. El debut de Los Ex —ese cuarteto insolente comandado por la voz afilada y visceral de Colombina Parra— había pateado la puerta con un grunge-punk de barrio que no le debía nada a Seattle, porque sudaba Santiago por todos lados. El disco se escuchó como un vómito emocional sin filtros: directo, ruidoso, desprolijo y necesario. Y sí, tenía esa energía adolescente y peligrosa que hacía que uno quisiera prender un cigarro incluso sin fumar.

Cada track de Caída Libre era un golpe de puño, o una carcajada amarga, o un balazo de ironía. “La Corbata de mi Tío”, “Sacar la Basura” y “Vendo Diario” se convirtieron en himnos porque traducían, con rabia las tensiones sociales y afectivas de una generación que se estaba sacudiendo el machismo, la desidia política y las relaciones tóxicas como quien se sacude el polvo del pantalón. La guitarra de Edwards cortaba como vidrio, la base rítmica de Ugarte y Bascuñán sostenía todo con un pulso maquinal y callejero, y la voz quebrada de Colombina era un recordatorio de que el dolor también podía sonar hermoso, si era honesto.

Pero lo más brutal fue el impacto: Caída Libre terminó colándose en MTV, cruzando fronteras sin pedir visa, y transformando a Los Ex en una rareza querible dentro del circuito latinoamericano. Mientras en Perú se los celebraba casi con devoción y en Chile se convertían en banda de culto en tiempo récord, acá en el under sabíamos que lo suyo no era moda: era actitud. Ese cassette sobrevivió mochilas rotas, micro amarilla, recitales sudorosos y corazones quemados. Y aunque la banda se desarmara, se rearmara y volviera a desaparecer, el disco nunca se fue. Se quedó pegado en la memoria colectiva como solo lo hacen los trabajos que nacen desde el desgarro real.


Hoy, a casi treinta años de su aparición, Caída Libre sigue oliendo a pasquín callejero, a rabia femenina, a noche larga en plaza de barrio y a distorsión que no envejeció un día. Si el rock chileno tuvo un disco que no buscó caer bien, sino caer de golpe, fue este. Un debut que no vino a preguntar nada, solo a gritarlo todo. Y qué bueno que fue así: ningún pulido estudio ni ninguna estrategia de mercado habría podido darle más filo del que ya traía. Los Ex habían dejado un registro feroz, imperfecto y explosivo que todavía mordía los oídos. Y eso, en cualquier época, sigue siendo rock.
 
 

 


VIOLETA   JIRACHI                        En el mundo de las pantallas y las reproducciones infinitas, Violeta Jirachi pinta como quien susur...