martes, 30 de septiembre de 2025

MEW -- PERROGATO (2025)

 

 





       El 3 de septiembre marcó el regreso discográfico de Perrogato, una banda nacional que no teme a los riesgos emocionales ni sonoros. Con MEW, su segundo larga duración, la agrupación abre un nuevo capítulo tras cinco años de silencio desde Me Gusta Más La Diversión (2020). Si bien en el camino soltaron un par de singles, la expectativa era alta, y ya con “Colibrí” como adelanto sabíamos que algo más grande se venía. La espera valió la pena: este álbum se instala como un trabajo honesto, versátil y necesario en la escena under chilena.

El título MEW despierta la pregunta inevitable: ¿será un guiño al mítico personaje de Pokémon? Puede que sí, puede que no. Lo cierto es que el nombre captura perfectamente la esencia del disco: un refugio pequeño, misterioso, pero cargado de energía. Nueve canciones que funcionan como un espejo donde se reflejan emociones crudas —miedos, adicciones, enfermedades mentales— sin dejar de lado la dulzura de la resiliencia. Perrogato logra un equilibrio poco común entre lo íntimo y lo colectivo, construyendo un relato que invita tanto a la catarsis como al abrazo.

“Colibrí”, lanzado el 18 de agosto como carta de presentación, encendió las alarmas de lo que venía. Con un sonido más robusto que en trabajos anteriores, el single nos habló de amor propio y armonía en tiempos difíciles. Sin embargo, el disco completo se lanza sin miedo a la oscuridad. Desde la apertura con “Microplásticos”, queda claro que Perrogato no quiere maquillajes: nos enfrentan a la vulnerabilidad de lo humano, a las cicatrices que cargamos, a esa contradicción de bailar con los demonios mientras se busca un poco de luz.

Musicalmente, MEW se mueve entre el rock alternativo y el indie pop, con destellos electrónicos que nunca abruman, sino que sostienen la narración emocional. Es un álbum para escuchar con audífonos, donde cada capa revela nuevas texturas, como si cada canción fuera una habitación distinta dentro de la misma casa. Se percibe también la huella del madchester, un pulso bailable y etéreo que se mezcla con letras intensas, logrando un contraste que mantiene viva la escucha de principio a fin.

Entre las joyas del disco destacan “Huesos”, “Gregory” y “Sertralina”. Canciones que no solo confirman el nivel compositivo de la banda, sino que además se sienten como declaraciones emocionales, de esas que te atraviesan sin pedir permiso. Hay una potencia en la vulnerabilidad de estos temas que los coloca entre lo mejor del año, no solo dentro de la escena independiente, sino de la música chilena en general.

MEW no es un disco para pasar de largo. Es un refugio, pero también un espejo. Una obra que nos recuerda que el under sigue siendo un espacio donde se pueden contar verdades incómodas con belleza, y que la música, cuando nace desde la honestidad, siempre encuentra la manera de resonar en quienes la escuchan. Perrogato vuelve con un álbum que no solo confirma todo lo prometido en su debut, sino que además los instala como una de las propuestas más sólidas y sensibles del panorama actual. Disponible ya en todas las plataformas, este es un viaje que no hay que perderse.
 
 

Grabación por Daniel Velásquez. @01101001k
Mezcla por Ricardo Herrera. @castalia_estudio
Máster por Francisco Holzman. @holzmasters
Baterías canciones 2, 6 y 9 por Cristóbal Soto. @ritmosynaves
Baterías canciones 1, 3 ,4, 7, 8 por Darío Espinoza. @thebagdrum
Baterias
Guitarra líder canciones 2, 4 y 7 por Jose Ignacio Carrasco. @joseiknacio
Guitarra rítmica, bajos y voces por Danko Diaz. @dankdedanco
Teclados y voces por Maria Jose Calfin aka Cheché. @chechecalfin
Baterias electricas y samples canciones 1 y 5 por Lucas Bustamante @plectrumkiid
Fotografías por Maria Fernanda Albornoz y Maria Jose Calfin. @p.u.ll.p.o
Portada por Cheché.
Sello JoyBoy Récord. @joyboyrecords
 
 

 


viernes, 26 de septiembre de 2025

 JOCELYNE   RODRIGUEZ  DROGUETT

 

 

 
   En la escena visual latinoamericana, pocas artistas han tejido con tanta consistencia el cruce entre memoria, cuerpo y territorio como Jocelyne Rodríguez Droguett (Chile, 1982). Su obra respira un pulso ecofeminista que la conecta con genealogías invisibilizadas, con relatos íntimos y colectivos, con esas grietas donde la fotografía deja de ser documento para convertirse en ritual. Lo suyo no es un registro, sino un acto de sanación: un bordado sobre papel, un fragmento de placenta hecho imagen, una herida convertida en objeto poético.
 
 

 Formada entre Chile, Argentina y España, su trayecto académico sostiene un andamiaje sólido, pero su producción escapa de lo institucional para hundirse en territorios donde lo político y lo afectivo se confunden. Beca ANID en Sevilla, docente, investigadora y gestora, Rodríguez no se limita a producir obra: también abre espacios, funda editoriales (Maar Ediciones), organiza encuentros (FOCOM), se suma a colectivos (Las Niñas, Cooperativa de Fotógrafas). Su práctica se despliega como una red, un tejido donde lo individual y lo colectivo son imposibles de separar.


Su trabajo ha recorrido geografías que van de Valparaíso a Chiapas, de Marsella a Hong Kong, siempre cargando la urgencia de denunciar, de recordar, de tender puentes. Proyectos como Ofrendas Fotográficas contra el Femicidio o Materna no solo exponen imágenes, sino que confrontan sistemas de violencia que atraviesan cuerpos y territorios. La fotografía se vuelve ofrenda, resistencia, grito silencioso en espacios que van desde Villa Grimaldi hasta el Palacio de La Moneda, desde la UNAM hasta el Instituto Nacional de Bellas Artes de México.


 

 Hay en su poética un gesto constante de desplazamiento: la foto no se queda quieta en el plano. Se desborda hacia el objeto, hacia la instalación, hacia lo textil. Bordados, collages de memoria, papel trabajado como piel. Ese tránsito le permite escapar del formato convencional para dialogar con lo táctil, lo doméstico, lo ritual. En esa mutación, la fotografía deja de ser imagen y se convierte en materia viva, en cuerpo político.

Mirar una pieza de Rodríguez es enfrentarse a un espejo roto: lo íntimo dialoga con lo colectivo, lo femenino con lo histórico, lo natural con lo urbano. La maternidad emerge no como cliché, sino como acto político, mientras la memoria personal se expande en resonancias universales. Su obra insiste en que el arte no es un lujo, sino una forma de resistencia y de cuidado, un modo de preservar saberes y territorios frente a la devastación patriarcal y extractivista.

 


 

En un circuito global saturado de discursos vacíos, Jocelyne Rodríguez Droguett se levanta como una voz radicalmente necesaria. Su práctica encarna el ecofeminismo desde lo sensible y lo combativo, construyendo imágenes que no solo se ven: se sienten, se tocan, se portan como cicatrices. Una obra que nos recuerda que la memoria no es pasado, sino territorio en disputa.

 


 

 

domingo, 21 de septiembre de 2025

ENCONTRARON SU CABEZA        CARNAVALES

 


 

 

                               UNA FIESTA HIPNÓTICA

 

Por  Desastre  Alterno

 

       El año 2024, de la mano de Moldavia Records, apareció Carnavales, el disco de la banda Encontraron su cabeza. Los músicos que componen la agrupación, son: Sebastián Astorga y Nicolás Letelier. El primero se encarga de las voces, teclados, guitarras, bajo y programaciones. Mientras, el segundo se encarga de las voces, los teclados y las percusiones. En este disco colabora Benjamín Rojo en los sintetizadores y la electrónica en el tema Andenes.

Y te tomé de la mano abre el disco con una estética sonora muy cercana a la sensación que queda tras escuchar alguna banda stoner rock. En Andenes el sonido es reposado, con una voz que parece jugar con lo disarmónico, como si se tratase de una declamación poética e hipnótica. Paseo Ahumada recuerda algún tema de Ases Falsos pero con una carga psicodélica y hasta espacial muy marcada. En Sacrifiqué, el Lo fi por el que apuesta la banda se nota con una letra letárgica que se asemeja a un mantra que resuena como un eco. Verano de placer es un tema interesante: la letra habla sobre un día de verano, pero tanto la letra como la melodía son reposadas, lentas, con matices en los sintetizadores, clásicos del rock psicodélico. Un vestido nuevo es un homenaje a la etapa punk de los integrantes: un tema que rompe lo que se venía escuchando. Incluso la letra es rabiosa: Y observamos cómo todo se destruye alrededor. En Repeticiones se retoma la calma, con sonidos juguetones que vagamente recuerdan a un tic tac del reloj. En Me guardabas como un animal la banda refleja el sonido letárgico por antonomasia que quieren lograr. Cara horrenda recuerda a Los Ángeles Negros y a Los Bunkers, con un tema melódico y muy pegadizo. Con ironía a su título, es quizás uno de los temas más hermosos del disco. Intenciones es un tema que sirve para que los músicos experimenten con el sonido de los teclados. El tema No sabes nada va muy en la senda de Jorge González, donde se respira lo que podría llamarse “la esencia del rock chileno moderno”. Belleza castigada mezcla elementos experimentales con una voz que se muestra desafiante. Criminal es una canción extrañamente romántica, donde pareciera que la nostalgia se hizo melodía. La última canción, Graciosa estirpe, es un juego que hace la banda a modo de cierre, donde presenciamos un jazz psicodélico que parece provenir desde alguna nave espacial.

En conclusión, Carnavales es precisamente eso: una fiesta sonora e hipnótica, creativa y original, cargada de poesía y una profundidad tanto sonora como literaria que se agradece en tiempos en que la música, o a lo que se le llama música ahora, es un eterno auto-tune.




lunes, 15 de septiembre de 2025

 VAGO   SAGRADO   -  VERMIN  (2025)

 

 
 
            
 
Por  Gonzalo  Vilo

 

               
       Después de haber escuchado Flatrock y Undesired, esos adelantos que la banda liberó hace algunos meses como migajas envenenadas para abrirnos el apetito, las expectativas estaban por las nubes. Y no era para menos: ambos temas funcionaban como un anzuelo filoso, dejando la sensación de que lo que se venía no era cualquier cosa, sino un zarpazo directo desde las catacumbas de la escena local.


La espera valió la pena. Vermin (2025), el nuevo trabajo de Vago Sagrado, no decepciona ni por un segundo. Todo lo contrario: es un golpe de satisfacción al pecho, de esos que te obligan a poner el disco en repeat, con la certeza de que cada escucha te va a mostrar un ángulo distinto. El título —que en inglés significa alimaña— no es casualidad: hay algo sucio, corrosivo y vital en estas nueve piezas que configuran un viaje sólido, donde la crudeza no está maquillada sino expuesta como cicatriz orgullosa.


El álbum fue grabado en Estudio Coscoroba bajo la producción de Felipe Ruz, y luego mezclado y masterizado por Ricardo Guzmán en Estudio Goethe. Una dupla que supo darle filo al sonido sin limar las aristas peligrosas. Este sexto disco marca también los diez años de trayectoria del cuarteto, y se siente como la maduración de un proceso largo: experiencia acumulada y un catálogo —el de Algorecords— que sigue siendo un refugio imprescindible para quienes necesitamos que el rock todavía huela a sudor, humo y calle mojada.


Desde el arranque con How Come You’re Back, la banda no busca apurar nada: abre la puerta con elegancia contenida, solo para empujarte de golpe a la avalancha que sigue. Después vienen momentos en que la distorsión se expande como incendio y otros en que la melodía asoma vulnerable, recordándonos que debajo del ruido late un corazón que también se quiebra. Esa dualidad —fuerza y fragilidad, mugre y ternura— es lo que hace que Vermin se sienta vivo, sin rendirse a ninguna etiqueta.

Los adelantos fueron apenas la punta del iceberg. Half Drank Beer trae un pulso indie que se desborda en guitarras; Undesired juega con la melancolía y el filo autodestructivo; mientras que Flatrock funciona como un viaje espacial que refuerza la vibra atmosférica. El resto del tracklist —The Scroll, Ear Eater, For the Sake of the Nation, Justice y NUE!— completa un mapa donde conviven post punk, krautrock y psicodelia, entre letras existencialistas cargadas de ironía y un humor que roza la parodia.


Vermin no es un disco para escuchar de fondo. Es un álbum que exige atención, que te toma de los oídos y no te suelta hasta que entiendes que lo suyo no es solo música, sino también un retrato sucio y nocturno de lo que somos. En tiempos donde sobran lanzamientos plásticos y desechables, trabajos como este son una declaración de principios: el rock chileno sigue vivo, rugiendo desde el underground, con bandas que no tienen miedo de ensuciarse las manos para entregarnos algo real.

 

Pueden escuchar el disco siguiendo el siguiente link 

 https://vagosagrado.bandcamp.com/album/vermin

 



 

sábado, 13 de septiembre de 2025

 CAER    FEST

 

    

 

     La noche del viernes 10 de octubre Calaca bar va a temblar con la primera edición del Caer Fest, un encuentro que junta a cuatro propuestas que vienen remeciendo el rock under local y nacional. Desde las 22:00 hrs, el escenario se prende con guitarras pesadas, atmósferas densas y la crudeza que caracteriza a la escena independiente.

 
Durante la velada escucharemos a agrupaciones como  Sequía, banda serenense de gran trayectoria que lleva rato puliendo su identidad entre el post rock, progresivo y post hardcore. Con un EP y varios singles en el cuerpo —incluido el reciente Ilumina el Final— .

De ahí el salto va directo a la historia: Neoyka, rock pesado del semiárido costero, una agrupación que sabe de trayectoria y sudor en escenario. Con dos placas bajo el brazo (Vol. I y Vol. II: El Desborde y el Ocaso), Neoyka se ha ganado un espacio propio en la memoria sonora de la zona.

El relevo lo toma Stendhal, sangre fresca nacida en 2024 en La Serena, con un sonido que mezcla stoner, nu metal, post rock, shoegaze y metal alternativo. Su single debut No Estás dejó claro que no vinieron a repetir fórmulas, sino a invitar a la introspección a punta de muros de sonido.

La guinda de la noche corre por cuenta de Sangre del Aconcagua, trío viñamarino que el 2023 estrenó su disco homónimo y que trae bajo el brazo un viaje entre el stoner, el post metal y el progresivo, pero filtrado con una visión latinoamericana en riffs y letras.

Todo esto por apenas $3.000 la entrada o 2x$5.000, un precio que suena casi simbólico frente al nivel de la descarga que se viene.

El Caer Fest no es solo una tocata: es la confirmación de que la escena rockera del norte chico y la quinta región sigue viva, ruidosa y con sed de escenario. 🔥

viernes, 12 de septiembre de 2025

 JACQUELINE  STAFORELLI

 


      En un país donde la memoria se desangra entre cicatrices invisibles y paisajes devorados por el tiempo, aparece la mirada de Jacqueline Staforelli, fotógrafa formada en el Instituto ARCOS, con estudios de cine a cuestas y una trayectoria que no se conforma con las vitrinas oficiales. Su trabajo es un ejercicio de resistencia: una exploración desde los márgenes, desde Mostazal, Rancagua o Santiago, pero también desde los desplazamientos internos, los viajes que no necesitan carreteras porque se abren dentro de la propia piel.

 

 



Staforelli no se instala en la comodidad del registro documental. Parte de él, sí, pero enseguida lo subvierte, lo tuerce, lo expone a la intemperie de lo imaginado. Es en ese desvío, en ese roce entre lo real y lo inventado, donde la fotografía se convierte en grieta: una huella que revela lo presente y lo ausente, lo que estuvo y lo que aún vibra como fantasma en el aire.
 


Las suyas son imágenes que no buscan clausurar la historia, sino abrirla en canal. Fragmentos de memoria, rastros del tiempo, cicatrices que se reconocen en un muro descascarado o en la textura de un rostro. Staforelli reconstituye presencias con paciencia quirúrgica, como quien arma un rompecabezas de lo invisible: pistas, vestigios, silencios que hablan más fuerte que el ruido.

Su obra dialoga con lo cotidiano, con lo tipológico, con esa crudeza del entorno que parece inmutable hasta que la cámara lo transforma en otra cosa. Allí, la fotografía deja de ser simple espejo para volverse detonante: un artefacto capaz de alterar la percepción, de revelar que lo más común siempre estuvo atravesado por lo extraordinario.
 

 

No es casual que haya comenzado en el cine. Esa pulsión narrativa se filtra en cada encuadre, pero aquí la secuencia es otra: no es lineal, no es complaciente. Es un cine detenido en un solo fotograma, expandido hacia nuevas dimensiones de la memoria y la imaginación.

En un circuito donde lo documental suele reducirse a estadísticas de lo real, Jacqueline Staforelli propone otra lectura: la fotografía como un acto de vínculo, como un gesto de recomposición frente al olvido. Su trabajo es subterráneo y vital, una cartografía de huellas en fuga que nos obliga a mirar, a recordar, a dejar también la marca de nuestra propia sombra en el paisaje.
 

 Mas de su trabajo lo pueden encontrar en su pagina.
 
 https://jacquelinestaforelli.cl/

martes, 9 de septiembre de 2025

ESA   COSA   ANIMAL

 

 

     Las langostas viven aisladas, casi invisibles, hasta que la lluvia, la hierba fresca y el exceso de alimento las obliga a reconocerse entre sí y multiplicarse. Lo escuché en el noticiario de la noche, con la voz del presentador quebrada por un nerviosismo apenas disimulado. Supe en ese momento que estábamos en desventaja. Las sequías largas, seguidas de aguaceros intensos provocados por el cambio climático, eran la receta perfecta para que el enjambre naciera. Y nació. Avanzaban sobre el mundo como una marea con hambre. Nada se salvaba: hojas, cortezas, animales pequeños, y —si uno quería dejarse arrastrar por la paranoia— quizá también algo más.


Así es Esa cosa animal, la obra de Lina Meruane. Tres hermanos encerrados en la casa materna, discutiendo, golpeando palabras que no suavizan nada. Afuera, el mundo parece un enjambre que amenaza con devorar la normalidad. La mesa es una isla, las voces son cuchillos, los silencios pesan más que cualquier abrazo. No hay escenografía que distraiga, no hay decorados que digan “esto es ficción”: todo se siente real, inmediato, peligroso.

Los hermanos hablan de hijos, de no tenerlos, de la obligación que los otros esperan. Hablan de culpa, de deseo, de una maternidad que se impone como una tormenta. Cada frase es una picadura que abre la piel, cada mirada un recordatorio de que el cuidado no siempre llega donde debería. Lo que llaman “esa cosa animal” no es solo el instinto de procrear: es la hipocresía, la contradicción, la violencia silenciosa que late bajo la piel de lo cotidiano.
 

 La obra se mueve como un enjambre: simple en apariencia, devastadora en efecto. Cada gesto de los hermanos se repite, se multiplica, se convierte en una amenaza que se extiende al público. Lo que afuera parece metafórico —las langostas, la plaga, el mundo cayéndose a pedazos— adentro se siente como un golpe directo, como la familia misma transformada en cuerpo colectivo que no deja espacio al respiro.

Esa cosa animal no pide permiso ni empatía. Exige que mires de frente la incomodidad, que sientas la culpa, la frustración, la violencia que subyace en cada vínculo familiar. Como el enjambre que no se detiene, Meruane arrastra al espectador, lo sacude, lo deja con preguntas que no desaparecen cuando se apagan las luces. Y es ahí, entre la desesperación y la fascinación, donde la obra se convierte en advertencia, en reflejo, en una pared de criaturas voraces que no dejan respirar.

 

    La obra teatral "Esa cosa animal" de Lina Meruane ha sido dirigida en Chile por Roma Monasterio y fue presentada en el Teatro La Memoria y Sala Fenix con un elenco integrado por Lorena Carrizo Polanco, Daniela Jacques Aviñón y Daniel Parra

domingo, 7 de septiembre de 2025

 GABRIEL  HOLZAPFEL

 


 

       Gabriel Holzapfel Mancini (Puerto Montt, 1988) es de esos creadores que no se acomodan en un solo molde. Visual y sonoro, autodidacta en la música y formado en las artes, su trabajo se mueve entre lo conceptual y lo visceral, siempre tensionando los bordes de lo político, lo poético y lo absurdo. Hoy radicado en Santiago, su producción ha venido marcando un pulso propio dentro de la escena chilena contemporánea, levantando preguntas incómodas sobre memoria, territorio y desaparición.

 


 Con muchas muestras individuales y más de 60 colectivas, Holzapfel ha hecho circular su obra por los principales espacios de exhibición del país: del Museo de la Solidaridad Salvador Allende al Museo Nacional de Bellas Artes, del CCLM al MAVI, además de vitrinas independientes como Galería Metales Pesados Visual y OMA. Sus piezas también han viajado más allá de nuestras fronteras, aterrizando en Estados Unidos, España, Italia y Colombia, dejando claro que su lenguaje visual conecta con un malestar que no conoce pasaportes.

 


 



Su trayectoria ha estado jalonada por reconocimientos que confirman la potencia de su mirada: Premio de Honor en el Concurso Nacional de Arte Joven de Valparaíso (2013 y 2021), Premio Especial para Regiones del MAVI (2020), Contemporarte de la Universidad de Huelva (2014), y más recientemente el primer lugar en Artes Mediales del Concurso Municipal de Arte Joven de Santiago (2023). Pero más allá de los galardones, lo que sostiene su obra es la obstinada insistencia de dar forma a un pensamiento que vibra entre lo cotidiano y lo simbólico.
 
 

 En ese tránsito, Holzapfel se ha nutrido de experiencias de residencia tanto en Chile como en el extranjero: desde el Apulia Land Art Festival en Alberobello, Italia, hasta procesos en Balmaceda Arte Joven Los Lagos, el Museo de Chonchi y el Cecrea de Chiloé. Espacios que le han permitido expandir su práctica hacia una investigación donde los objetos comunes, los materiales de uso colectivo y las memorias locales se transforman en herramientas expresivas capaces de amplificar los relatos de nuestro tiempo.
 
 

 Lo suyo no es la decoración ni la complacencia: es un intento por hurgar en las heridas abiertas que deja la actividad humana sobre nuestros paisajes y sensibilidades. En su obra, la memoria no es un registro pasivo sino una zona de tensión; lo político se enreda con lo poético; lo absurdo se convierte en espejo de lo real. Holzapfel sigue armando con paciencia una cartografía de lo invisible, un archivo sensible que resuena con la historia reciente y con la urgencia de pensar cómo habitamos —y desgastamos— el territorio que nos sostiene.
 

 
 
 
 

 

  The Lullabies Kickdrop (2024)          Por Gonzalo  Vilo        Una luz serpentea en el horizonte, eléctrica y fugaz. Sigo de larg...