jueves, 31 de julio de 2025

 INDEPENDIENTES.  101   SELLOS   DISCOGRÁFICOS (2024)

 

 

 

Por Gonzalo  Vilo

 

    Imagínate un mundo sin Nirvana, sin Joy Division, sin Fugazi ni Slowdive. Un mundo donde lo único que suena es lo que aprueban cuatro ejecutivos vestidos de gris, repitiendo fórmulas gastadas con la cara de una boy band como anzuelo. Eso no es distopía, fue (y sigue siendo) realidad. Pero hubo quienes dijeron que no. El libro Independientes: 101 sellos discográficos, publicado el 2024 por Santiago-Ander Editorial, es la evidencia material de esa negativa: una radiografía apasionada a los sellos que decidieron saltarse las reglas y grabar sus propias reglas en cinta.


Este no es un libro de historia musical, sino una celebración coral del espíritu DIY. Ciento un sellos, seleccionados por melómanos, músicos, periodistas, productores y activistas del sonido, desfilan por estas páginas como soldados de un ejército invisible que ha sostenido la música más interesante de los últimos 70 años. Desde los padres fundadores del punk gringo —SST, Dischord, Alternative Tentacles— hasta trincheras chilenas como CFA, Quemasucabeza y Joy Boy Records, cada entrada respira independencia, ruido y pasión.


Lo que distingue a este libro no es solo la información, sino la curaduría afectiva. Cada sello es reseñado con la urgencia del fan que quiere compartir una joya escondida. Los textos logran equilibrar datos históricos con una vibra absolutamente callejera. Se habla de Sun Records y Motown con la misma devoción que de Mentes Abiertas o Primo. Hay crítica al sistema, sí, pero también amor por la música que no necesita pedir permiso para existir.


Independientes es un manifiesto encuadernado. No importa si vienes del hardcore, del shoegaze, del rap o del ska. Lo que importa es que entiendas esto: fuera del radar de las multinacionales hay vida, hay arte y hay verdad. Y este libro es una brújula perfecta para perderse en ese mapa sonoro. Acompañado de ilustraciones de Axel Quezada y una playlist curada por Santiago-Ander, se vuelve lectura obligada para quienes aún creen que la música puede (y debe) ser un acto de resistencia.

domingo, 27 de julio de 2025

 NACHO  AQUEA   -  SESIONES  ELECTRORADIO  

 


 



       En tiempos donde la sobreproducción digital embalsama todo con una pátina de perfección sin alma, Nacho Aquea escarba en la grieta y deja salir un EP crudo, íntimo y cerebral. Sesiones Electroradio es su último manifiesto sónico: tres cortes que canalizan la electricidad de una radio que aún transmite desde el margen.

El EP abre con Hay un Camino, una declaración casi existencial entre sintetizadores melancólicos y bases rítmicas que rozan el breakbeat con un pulso urgente, una mezcla de punk espiritual y pop desviado. La referencia a Los Prisioneros es inevitable —sobre todo a su etapa más luminosa y programada—, pero Aquea no se queda en la imitación: reinventa ese ADN chileno con samples, atmósferas y texturas que evocan más a New Order en plena resaca post-Madchester que a cualquier revival cómodo.

Flor Rara es una gema oscura: riffs de guitarra eléctrica flotan como vapor ácido sobre un beat que baila entre el jungle desacelerado y el dub embrujado. Todo esto hilado con una voz que no busca agradar, sino decir. Hay algo de PJ Harvey en su capacidad de mutar entre la fragilidad y la rabia contenida. También algo de Hordatoj, si cambiamos los beats por loops etéreos y sintetizadores con olor a lo-fi casero.

La última pista liberada, Ilusión (las horas), baja el ritmo pero no la intensidad. Aquí se respira introspección, delay y delay y delay, como un diario de vida escrito sobre cinta magnética, con la estética de la radio pirata y la emoción de quien aún cree en la canción como resistencia.

Grabado y producido íntegramente por Aquea bajo el alero de su propio Sello Zorro Rojo, el EP no sólo es una pieza musical, sino también una declaración de principios: hazlo tú mismo, hazlo con los tuyos, y si no hay espacio en el centro, inventa un borde.

Mientras trabaja en un LP más ambicioso (y en otro EP más minimalista aún), Sesiones Electroradio se siente como un puente entre el pasado y el presente, entre lo que suena en tu cabeza a las 3 AM y lo que podrías bailar en una fiesta con gente que realmente escucha. Nacho Aquea no busca el aplauso fácil: quiere conexión. Y lo logra.
 
 

sábado, 26 de julio de 2025

 CHAGUAL       ETERNIDAD  (SINGLE)

 

 
 

 Por Gonzalo Vilo

 

        

      Hace tiempo tuve un sueño. Aún lo recuerdo con nitidez. Estaba tendido en mi cama, mirando el techo, mientras una melodía tenue me arrancaba del presente. Sentía calor, un calor espeso, casi sofocante. Sin embargo, una brisa inesperada acariciaba mi pelo, y una vocecilla —vaga, lejana— me susurraba algo que no lograba entender. Palabras sin forma, sonidos que mis oídos no estaban listos para descifrar.

 
Cuando la música se desvaneció y la voz se apagó, algo cambió. A mi alrededor, los objetos comenzaron a desfigurarse, a desvanecerse, a perder su color como si una goma invisible los borrara uno por uno. ¿Era eso lo que me habían advertido? ¿Lo que otros, antes que yo, ya no pudieron contar?

 
Me incorporé de golpe, con el corazón desbocado. Quise correr, gritar, salir de allí. Pero ya era tarde. Mi cuerpo no respondía. Era una marioneta sin hilos, abandonada en medio de una función interrumpida. Pensé en mi familia, en mis amigos, en los que fueron arrastrados antes que yo, en los que nunca regresaron. ¿Sería ahora mi turno?

 
Grité, o creí hacerlo. La voz —aquella que antes susurraba— volvió, pero fue devorada por un silbido brutal, ensordecedor. Luego, un temblor.

 
Y después... el abismo.

 
Oscuridad es una palabra demasiado brillante para lo que vi al abrir los ojos. No entendía dónde estaba. El vértigo me había atrapado en su laberinto, y yo no era más que un insecto poseído por hongos que reían desde las grietas. ¿Qué había pasado? ¿La nada se lo había llevado todo?

 
No del todo. Algunos objetos vagaban, desorientados, como si buscaran una razón para existir. Otros surgían de la nada y salían disparados en cualquier dirección, como si huyeran de algo que ni siquiera yo podía imaginar.

 
A mi alrededor, trozos de lo que sería materia vagaban sin rumbo, sin propósito, como niños perdidos antes de saber que son hijos de algo.
Yo no nací. Me encendí.

 
Y desde entonces, sigo expandiéndome.

A veces, la música nace así: no de un ritmo, no de una nota, sino de una visión suspendida entre la vigilia y el caos. Así surgió Eternidad, canción que no empieza como una historia, sino como una sensación que precede toda forma. Como si antes del sonido, hubiese una densidad. Una espera. Un silencio demasiado lleno.

Mientras finalizaban su primer LP Jardín Interior a fines de 2024, la banda se vio envuelta en esa marea post-creativa en la que todo se detiene… hasta que vuelve a latir. Y cuando lo hizo, lo hizo con fuerza gravitacional. De allí emergió Eternidad, la primera canción compuesta tras ese periodo, como quien respira hondo después de cruzar un desierto.

Dividida en cinco momentos —Entropía mínima, El tiempo pt. 1, El alba, La conciencia, y El tiempo pt. 2— la obra se despliega como una serie de pulsos que recuerdan que estamos hechos del mismo temblor que originó galaxias.

Todo comienza en la nada: Entropía mínima, una sección instrumental, densa y silenciosa, que evoca el instante anterior al Big Bang, donde todo lo que somos estaba aún sin pronunciar. Luego viene El tiempo pt. 1, cuando el reloj universal comienza a moverse por primera vez. La letra lo resume con extraña belleza: “Ardiente despertar, incierto transitar”.

El alba, tercer movimiento, es un interludio que sugiere el surgimiento de la vida. No la vida como la conocemos, sino como un presentimiento. Como cuando los objetos del sueño empiezan a encontrar sentido, aunque todavía no tengan nombre. Y entonces aparece La conciencia, una mirada nueva que se descubre viva en medio de lo incomprensible. La canción dice: “Todo te parece extraño, formas y siluetas sin delimitar. Al alcance de tu mano tienes la realidad”.

Finalmente, El tiempo pt. 2 nos devuelve al origen, pero con el eco de lo vivido. Como si tras el fuego viniera el hielo, y después, solo la memoria de lo que ardió. “Existo antes del tiempo. Soy parte de los cimientos”, afirma la letra. Una afirmación que no suena a despedida, sino a certeza. La materia no muere: se transforma. La música tampoco.

El arte que acompaña esta pieza es una fusión entre fotografía real del cielo del Valle del Limarí e ilustración digital. Un puente entre lo visible y lo invisible. Entre lo que está y lo que fue. La tipografía remite al jazz, como si quisiera insinuar que en este universo también hay espacio para la improvisación.

Grabada, mezclada y masterizada por la propia banda en su home studio, Eternidad es más que una canción: es una expansión. Una pregunta lanzada al vacío. Un intento de comprender lo que vibra antes de tener forma. Porque quizás, como en aquel sueño, no estamos hechos de certezas. Solo de movimientos.



domingo, 20 de julio de 2025

 GLENDA  ERIZ  GUTIERREZ

 

 
 
      En la fotografía de Glenda Eriz Gutiérrez, conocida en redes como @ojos.adentro, la imagen es mucho más que documento: es huella, tránsito, piel viva. Su trabajo, profundamente sensible y de claros matices sensoriales, emerge desde un lugar de exploración interior que luego se proyecta hacia el paisaje. Su lente no observa desde la distancia; su lente toca.

Desde su inicio en el arte visual y su incursión fotográfica en 2018, Glenda ha cultivado una obra marcada por la búsqueda del sentido a través del cuerpo. Como licenciada en Artes Visuales y actual estudiante de Arteterapia en la Universidad de Chile, su lenguaje se ha ido entrelazando con la sanación, el símbolo y el cuidado. No sorprende que su enfoque se haya expandido más allá de lo individual hacia lo colectivo: fue cofundadora y presidenta de AFOCONCE (Asociación de Fotógrafas/os de Concepción), impulsando encuentros como BIOFOTO y participando en exposiciones internacionales como Resistencia (Panamá, 2020) y Mujeres en re-existencia (Colombia, 2021). Su obra también forma parte del fotolibro Comunes Dimensiones, testimonio visual de la intimidad en pandemia.

Pero es con Una sola piel donde Glenda traza uno de sus gestos más contundentes.
 

 

Inspirada en la frase de B.K.S. Iyengar: “Todo conocimiento viene sólo desde la piel”, esta serie de doble exposición disuelve los límites entre el cuerpo humano y la geografía natural. Piel y paisaje se superponen, se funden. No hay jerarquía entre un pliegue del muslo y una cordillera difusa, entre un omóplato desnudo y la curva de un cerro. Hay continuidad. Hay tacto.

Cada imagen parece surgir de un sueño corporal: fragmentos de cuerpos sumergidos en texturas de la tierra, líneas epidérmicas que se convierten en grietas geológicas. El cuerpo, en vez de ser el objeto observado, se transforma en territorio compartido. La naturaleza no está afuera, sino sobre y dentro de la piel.

Esta serie no sólo plantea una reflexión estética, sino una crítica implícita a las separaciones modernas entre lo humano y lo natural. En un mundo de superficies distantes, Glenda nos devuelve al roce, al contacto, a la fusión. La cámara no captura, sino que acaricia.

 


La obra de Ojos Adentro no se lee desde lo literal. Su código es táctil, sensorial, simbólico. “Una sola piel” no pretende retratar paisajes ni cuerpos, sino traducir una experiencia de unidad, casi mística, entre lo íntimo y lo planetario. La doble exposición es aquí una herramienta de alquimia visual: dos imágenes que al superponerse no se suman, sino que se transforman.

En un presente saturado de representación, Glenda Eriz opta por la fusión. Frente a la velocidad del scroll y el grito visual, su serie es una pausa, una respiración lenta, una invitación a mirar desde el cuerpo.  
 
 

 
Una sola piel no se ve, se siente. Es una obra que vibra con las capas de nuestra propia piel al contemplarla. La fotografía, para Glenda, no es un acto de mirar el mundo, sino de habitarlo con todos los sentidos abiertos. Su serie es también una declaración: en un mundo que nos fragmenta, aún podemos encontrarnos enteros en la superficie compartida del cuerpo y la tierra.
 
 

sábado, 19 de julio de 2025

 DOBLE  VECTOR      EP  FINAL

 

   

 



     Desde las grietas del asfalto capitalino emerge Doble Vector, una banda que no viene a pedir espacio, sino a ocuparlo con convicción. Su primer EP, “El Final”, es todo menos un cierre: es el inicio de una búsqueda, un manifiesto sonoro que apuesta por la emoción sin disfraces, por el sonido trabajado desde la trinchera, no desde la vitrina.

Formados en 2021, Jaime, David, Pablo y Mauro son parte de esa generación que creció entre el eco de las guitarras distorsionadas y la necesidad de hacer las cosas a su manera. Influenciados por nombres de peso como Muse, The Killers, Catherine Wheel y Soda Stereo, el cuarteto toma referentes para construir una voz propia, con identidad, con alma.
 
Grabado durante once meses en Santuario Sónico, “El Final” se siente como una pieza artesanal: cada arreglo, cada textura, cada pausa parece puesta con cuidado quirúrgico. La producción estuvo en manos del propio Alfaro, y el resultado suena como una banda que sabe lo que quiere decir… y cómo decirlo.

La presencia de músicos invitados —como Andrés Becker en percusión, Juan Anguita en teclados, y las guitarras extra de Correa y Molina— le suma capas y matices a una propuesta que ya se percibe sólida, sin necesidad de artificios. Es música hecha desde el amor al detalle, pero sin perder la urgencia del directo.
 
 Y si hablamos de visión, esta no se queda solo en lo musical. El EP viene en formato físico con un chip NFC integrado, porque Doble Vector no le teme a lo nuevo: lo abraza, lo experimenta, lo incorpora. Esto no es solo un disco, es un dispositivo narrativo. Es arte que se toca, que se escucha, que se lleva.
 
A nivel visual, la identidad de la banda ha sido cuidada con precisión. Paulina y Ana María Pincheira se encargaron del arte gráfico, apoyadas por Avant Visual Producciones. El resultado es una estética que dialoga con el sonido, lo expande, lo ilumina. Sus shows en vivo lo confirman: hay una búsqueda constante de coherencia entre lo que se escucha y lo que se ve.
 
Con pasos firmes en escenarios como la Teletón, House Rock & Blues y Ramblas Bar, la banda ya empieza a hacerse un nombre. Y no es casualidad que su canal de YouTube supere las 10 mil reproducciones: hay algo en sus canciones que resuena, que conecta, que incomoda de la mejor manera.

“El Final” no es un adiós, es una declaración. Es el comienzo de algo que todavía no tiene nombre, pero que ya se siente necesario.
 
Escúchalo. Deja que te atraviese. Y si te golpea donde debe, entonces entendiste.
 

 

miércoles, 16 de julio de 2025

 TRAGA   -  FISKALES  AD-HOC   1995  CD  (VINILO2022)

 

 
 
 

   Hay discos que no se escuchan: se atragantan. Traga es uno de ellos. Un vómito urgente, un grito ronco que no pide permiso ni da explicaciones. Lanzado en 1995 bajo el sello Culebra (subdivisión de BMG), este segundo álbum de Fiskales Ad-Hok fue una patada en la cara justo cuando la democracia chilena se maquillaba de modernidad, pero aún apestaba a cuartel y pantalla de TVN.

Y ahí estaban ellos: sucios, incómodos, inasibles. Pero también lúcidos. En Traga, los riffs suenan como alarmas sin pausa; el bajo distorsionado como intestinos reventando desde la trinchera de la desilusión. El punk aquí no es pose ni tribu: es necesidad.
 
 

 
 
 


Álvaro España escupe líneas con la furia de quien ha visto demasiado. Y no exagera. En “No estar aquí”, quizás su obra lírica más descarnada, canta desde la marginalidad con una lucidez melódica heredada del punk californiano. Bad Religion puede ser la referencia, pero lo que duele es chileno. Y muy real.

“El circo” y “Tevito” son bofetadas a una sociedad que empieza a amar sus cadenas: la farándula, la miseria televisada, la política domesticada. Nadie se salva. “El perro del regimiento” lanza una carcajada negra sobre el servicio militar obligatorio, mientras “Algo” se arrastra como una herida infectada con ritmo quebrado y riffs que no piden perdón.   
 

 
Pero la daga más profunda es “Eugenia”, un tema que no necesita metáforas. Tatiana Navarro, prima de Álvaro, asesinada en una micro por Carabineros en 1993, es aquí nombre y grito. La canción no narra: acusa. No explica: recuerda. Una canción que convierte la biografía en denuncia y al duelo en resistencia.

Traga también tiene esperanza, aunque disfrazada de puño cerrado. “Con nuestras manos” celebra la autogestión, ese motor clandestino del punk chileno. Con guiños a Rage Against The Machine y solos de Víbora Larralde llenos de mugre y alma, la canción es un manifiesto sin panfleto.
 


 



 Y antes del telón, el carrusel siniestro de “Banderitas y globos” (cover de Sumo) nos recuerda que este país –camuflado de progreso– sigue ofreciendo el mismo menú de siempre: fiesta hueca para unos pocos, servilismo alegre para el resto.

La portada de Traga no miente: un niño que no quiere comerse la mierda que le sirvieron. Y nosotros, los oyentes, tampoco deberíamos tragarnos la versión oficial. Porque Traga no es solo un disco. Es un espejo empañado con saliva, sangre y spray.
 
 

 

En 2022, Inhumano Records reeditó este clásico en vinilo, como si la historia necesitara recordarse a gritos. Porque la democracia sigue sin saber cocinar. Y los Fiskales, aunque les ofrecieron mantel largo, prefirieron seguir comiendo en el suelo, con las manos sucias y el corazón intacto.

Traga, 30 años después, no ha perdido ni un gramo de verdad.
Y eso —en un país que olvida rápido— es un acto de insumisión.
 
 

 

domingo, 13 de julio de 2025

CIUDAD DE TAR   -   LIMINAL

 

  
 
Por Gonzalo Vilo 

  

      Avanzo por este camino solitario, abriéndome paso entre la niebla. No veo mis huellas, pero algo en mí sabe que ya estuve aquí. Sí, estoy seguro: estos parajes se me revelaron alguna vez, y supe lo que era la felicidad.

Una melodía delicada llega desde algún lugar. Sonidos que me calman, como si caminara bajo el agua o flotara sobre nubes suaves. ¿Será un sueño? No puede ser. O tal vez sí... Y si lo es, no quiero despertar. No quiero volver a abrir los ojos. Solo deseo abandonarme a esta sensación hipnótica, a este frío que me acoge y me abraza como un viejo amigo que había quedado dormido en mis recuerdos. Aunque pensándolo bien, quizás no estoy ni dormido ni despierto. Quizás esto sea el umbral final: el reencuentro con lo que realmente soy y seré para siempre.

Ahora lo recuerdo. Conozco estas melodías. Son de Liminal, el disco que conseguí hace poco del dúo Ciudad de Tar. Compuesto por José Tomás Molina y Marco Avilés, este proyecto te transporta a un lugar que siempre fue tuyo: un refugio íntimo, silencioso, al que por fin has regresado.
 

 

Y es que hay discos que no se escuchan con los oídos, sino con la memoria. Con el cuerpo. Con lo que se rompe y se recompone en nosotros. Liminal, el nuevo trabajo de Ciudad de Tar, no es solo un álbum: es una experiencia limítrofe, un umbral. Entre la vigilia y el sueño, entre lo que se nombra y lo que apenas se intuye, este disco se despliega como una cartografía de lo intangible.

El dúo conformado por Marco Avilez y José Tomás Molina no compone canciones; convoca atmósferas. Las guitarras de Marco emergen como ecos de radio que alguien olvidó sintonizar, flotando entre distorsión, niebla y reverberación. Al otro lado, José Tomás construye un lenguaje con sintetizadores, teclas, percusión y clarinete, que parece diluirse y reaparecer en oleadas, como si la música respirara.

Liminal no busca ser comprendido en el sentido tradicional. No hay estribillos que anclar ni fórmulas que repetir. Hay, en cambio, un gesto de invocación, un murmullo que guía hacia un lugar que no aparece en Google Maps ni en nuestros GPS emocionales. Una ciudad invisible. Un mito que se toca por breves instantes.

Y quienes los han visto en vivo lo saben: hay algo más. Una complicidad, sí, pero también un aire de rito, de coordenada compartida. Como si ambos músicos no solo estuvieran tocando, sino también regresando. Como si vinieran de allá.

Liminal podría ser una advertencia, o una promesa. De que todavía existen rincones inexplorados. De que no todo debe decirse en voz alta. De que hay música que no responde, sino que pregunta. Que no ilumina, sino que abre grietas por donde mirar.

Quizás Ciudad de Tar no exista. O quizás ha estado ahí siempre, esperándonos justo al borde, donde la realidad comienza a difuminarse y los sonidos se transforman en territorio.
 
 
LIMINAL • Disponible en Pueblo Nuevo Netlabel y en todas las plataformas vía LeRockPsicophonique •

Fotografías @sebastianadlm
Diseño @marcoavilez
 



 
 


 

sábado, 12 de julio de 2025

 EL DEPILADOR   DE   FÁTIME  SIME   (EDITORIAL CUNETA 2024)

 

 
 
 
 


     En la sala de espera hay solo una pareja. Están en silencio, inmóviles, como si llevaran horas ahí, como si el tiempo no corriera para ellos. Ella mira hacia el suelo, clavando la vista en un punto invisible; él hacia el pasillo, con la mandíbula tensa, como esperando que algo—o alguien—aparezca. Se escuchan gritos. No muchos, pero suficientes. Secos, punzantes. Ella le toma la mano, con fuerza. Él la abraza sin decir nada. Yo los miro, sin moverme.
Intento escuchar la voz de la secretaria, su tono administrativo, su frialdad necesaria. Pero los gritos me cortan el vientre, me atraviesan como un cuchillo sordo y me hunden el alma.
La secretaria me entrega un papel. Apenas puedo sostener el puto lápiz. Me tiemblan los dedos. Me indican que espere. Solo eso.
Camino hacia uno de los asientos vacíos, lentamente, como si mis piernas no fueran mías. Me siento. La silla está fría. ¿Por qué, de pronto, todo se ha vuelto gris? ¿Cuándo cambió el aire?
La pareja me mira. Sus ojos pasan por mí como si yo no fuera más que un objeto. Luego se vuelven a abrazar, más fuerte esta vez.
¿Qué soy para ellos? ¿Una sombra? ¿Una figura que estorba? ¿Una mujer cualquiera, sola, sentada en una clínica, quizás… a qué?
Pero se equivocan.

No estoy sola. 
 
Y no lo estamos nosotrxs tampoco cuando entramos al universo de El Depilador, la nueva colección de cuentos de Fátima Sime. Cinco golpes directos al cuerpo. Cinco relatos que podrían ser bisturí, espejo o vómito. Sime, que ya nos había dejado una herida abierta con Carne de perra, ahora escarba más profundo: habla de lo que se habla en voz baja, en pasillos fríos, en WhatsApps cifrados, en susurros. Habla del aborto —sí, sin eufemismos—, y lo hace desde las entrañas, con rabia, ternura y un filo que no perdona.

Lo notable de este libro es que el aborto no se reduce a una guerra binaria entre buenos y malos, abortistas y conservadores, hombres y mujeres. No hay bandos ni trincheras moralistas ni políticas que dominen las páginas. La gracia —y quizás lo más valiente— de El Depilador es cómo derriba todos esos juicios impuestos: políticos, religiosos o morales. Sime muestra que en la realidad compleja y dolorosa que viven sus personajes, esas etiquetas se desvanecen. En un mundo donde la convivencia con este conflicto es inevitable, el libro nos recuerda que no hay una respuesta correcta o incorrecta que venga de fuera. La verdad está en cada decisión, en cada experiencia íntima y personal. Y debemos aprender a convivir con nuestra propia opinión y, más aún, con la de los demás.

Los cuentos no buscan complacer. No te entregan respuestas. No hay moraleja. Solo hay cuerpos sangrando, decisiones que se toman o que otros toman por ti, silencios que gritan más fuerte que los parlamentos. Sime nos pone frente a escenas que muchos preferirían ignorar, pero que están ahí, en cualquier barrio, en cualquier cama, en cualquier útero.

Editorial Cuneta vuelve a apostar por la incomodidad necesaria. No hay glamour ni metáfora fácil en El Depilador. La prosa es seca, punzante, con pausas que duelen más que las palabras. Cada cuento es como un cuarto blanco con olor a cloro y luces de tubo. Y sin embargo, en esa crudeza, se cuela lo humano: la duda, la resistencia, el miedo, la soledad.

Este libro no se lee: se enfrenta. Y puede que no te deje dormir tranquilo después. Pero que eso no te asuste: hay libros que vienen a acompañarte, y otros que vienen a abrirte. Este último es uno de esos.
 
 

martes, 8 de julio de 2025

 ENCUENTRO   CREATURAS

 

 



Encuentro Creaturas convoca a mujeres artistas de la Región de Coquimbo



       La Serena, junio de 2025 – Bajo el nombre de Encuentro Creaturas, se abre una instancia única de diálogo, reflexión y creación en torno a la representación de la mujer en el arte y los diversos desafíos que enfrentan las artistas en el territorio local. La cita será el próximo 15 de julio a las 18:30 horas, en la Sala de Exposiciones de la Universidad de La Serena, ubicada en Benavente #640.

Este inédito encuentro busca reunir a mujeres artistas de la Región de Coquimbo para debatir colectivamente sobre sus experiencias, trayectorias y miradas en torno al arte desde una perspectiva de género y territorial. Entre las actividades contempladas, destaca una charla a cargo de la académica Carla Pía, quien abordará el tema “La mujer y su representación en el arte”, generando un espacio de análisis crítico y compartido.

Actualmente, el Encuentro Creaturas se encuentra en plena etapa de convocatoria. En ese contexto, Camila Molina, artista visual y organizadora de la actividad, extendió la invitación a todas las interesadas:
“Quiero dejar abierta la invitación a artistas y creadoras de la región de Coquimbo a participar en el Encuentro Creaturas. Será una jornada para reflexionar a múltiples voces sobre la figura femenina en el mundo del arte, a partir de nuestras propias experiencias”, expresó.

Por su parte, Paula Ceballos Huerta, gestora cultural, presidenta de la Red Feminista del Libro y mediadora del encuentro, valoró la iniciativa:
“El proyecto Encuentro Creaturas que lidera Camila Molina es profundamente significativo para la región, ya que aún son escasos los espacios de comunicación artística donde podamos dialogar y reflexionar sobre nuestro quehacer como mujeres trabajadoras del arte. Es fundamental reconocer que lo que hacemos no es un pasatiempo, sino una opción laboral legítima y digna, que aporta a la construcción colectiva de una sociedad más igualitaria”, manifestó.
 

 


Encuentro Creaturas nace como una plataforma para visibilizar, conectar y fortalecer el trabajo artístico de mujeres de la región, proponiendo una mirada crítica y colaborativa desde el arte sobre el lugar que ocupa la mujer en la cultura actual. Es un proyecto financiado por Fondart 2025.

domingo, 6 de julio de 2025

 MARCEL  DUCHAMP  -  BUSCANDO  LUZ  DE  TOPOS (2002) 

 

   

 

 


       Hay discos que no envejecen, solo se endurecen. Y Buscando Luz de Topos de Marcel Duchamp, lanzado en 2002, es uno de ellos. Un clásico del hardcore punk chileno que, a 23 años de su aparición, sigue sonando como una bofetada directa al sistema, a los clichés del rock, y también a las falsas revoluciones de living. Es un disco que arde. Un manifiesto en 22 tracks. Un llamado desde la madriguera.

Editado por Masapunk y MD en formato CD + multimedia, este disco no pretendía complacer a nadie. Y por eso mismo, terminó resonando en todos los rincones del under. Desde la intro hasta la última distorsión, Buscando Luz de Topos es puro desgarro y lucidez, con letras que escupen frustración, soledad, rabia y autocrítica sin pasar por filtros. No hay marketing, no hay pose: hay realismo y furia, directo desde el intestino del Chile de los 2000.

Francisco Morales (batería y coros), Joaquín Contreras (voz y bajo) y Rodrigo Robles (coros y guitarras) comandan este ataque sónico, apoyados por una tropa de colaboradores que suman matices a este caos organizado: armónica, djembe, coros, videos… todo suma, nada sobra. La guitarra de Stephens en Suficiente, la armónica de Jorge ZAT en Boogie Boogie, y la voz de Pame en Palabras, son solo algunas de las joyas ocultas de esta pieza clave del punk chileno.

El sonido es crudo, a veces fronterizo con el crust y el grindcore, pero siempre anclado en la urgencia del hardcore. No hay adornos, no hay solos virtuosos: hay riffs como puñales y ritmos que te sacuden como una pelea en plena calle. La fórmula bajo-batería funciona como una columna vertebral implacable, y la producción potencia esa sensación de urgencia, de que todo se grabó con la sangre aún caliente.

Este no es un disco que se escucha: se experimenta. Se vive. Porque no basta con saber que el sistema caga la vida, hay que sentirlo en los huesos. Y eso hace este álbum. Te recuerda, cada vez que lo pones, que hay algo podrido que aún no se ha ido. Y que la música sigue siendo una forma válida de gritarlo.

23 años después, Buscando Luz de Topos no es solo un testimonio de su época. Es también un espejo incómodo para la escena actual. Un recordatorio de que la rabia puede ser también lucidez. Y que el punk, cuando es honesto, no tiene fecha de vencimiento.

Escúchalo otra vez.
Y si nunca lo hiciste, prepárate:
la luz de los topos aún quema.

 


 

 

  MONOCROMATICA/COMANDO NIHILISTA - TERAPIA DE DOLOR            Este es un ruidoso split de dos proyectos increíbles de Uruguay. La sección ...